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Guerra Civil Ruandesa (1990-1994)

Otra visión sobre el origen del conflicto bélico nacional en Ruanda

Antecedentes: la “Toussaint Rwandaise”

Durante casi 30 años de ocupación colonial por parte de Bélgica, las autoridades emplearon en Ruanda un discurso segregacionista con el fin de mantener un sistema de administración indirecta liderado por una pequeña élite tutsi. Éste consiguió estratégicamente que los aspectos negativos más visibles de la colonización (impuestos, restricción de libertades, etc.) apuntasen directamente a las autoridades locales y no a las europeas, fortaleciendo así su poder sobre el país de las Mil Colinas.

Escindida entonces en dos tribus (tutsi y hutu) enfrentadas entre sí por motivos políticos, la sociedad ruandesa se encuentra en la década de los 50’ avanzando a marchas forzadas hacia la democratización exigida por la ONU. Ahora que la mayoría oprimida durante tantos años puede alcanzar el poder en unas elecciones democráticas, los líderes tutsi se encuentran en una posición muy delicada. Así, tras la muerte del mwami [1] Mutara III en 1957,  antes de que ninguna otra fuerza pueda hacerse con dominio de Ruanda, organizan un golpe de Estado que proclama rey al tutsi Kigeri V. Se instaura entonces un régimen totalitario que elimina toda oposición y comienza un ciclo de asesinatos selectivos de líderes hutu. Las reacciones, sin embargo, no se hacen esperar. Conocida como la “Toussaint Rwandaise”,  una rebelión liderada por el principal partido del movimiento radical hutu, el MDR Parmehutu, inicia en 1959 una matanza sistemática de tutsi que termina con 100.000 muertos y una primera ola migratoria  de 150.000 refugiados hacia Uganda, Congo y Burundi. Este proceso  continuaría durante los años siguientes, dando lugar a la creación de numerosos campos de refugiados, en los que después se crearía el Frente Patriótico Ruandés.

Las revueltas continúan hasta que en 1961 se celebran las primeras elecciones legislativas supervisadas por las Naciones Unidas. El partido MDR Parmehutu, dirigido por Grégoire Kayibanda, obtiene una victoria aplastante con el 77% de los votos a su favor. Tras la celebración de un referéndum para abolir la monarquía, se proclama la independencia del país y Ruanda se convierte el 1 de julio de 1962, en una república democrática, social y soberana.

Sin embargo, como consecuencia del resultado, otros miles de ruandeses tomaron de nuevo la ruta del exilio, provocando una segunda ola migratoria hacia los países colindantes. No era un símbolo de protesta porque dudasen de la legitimidad democrática de las elecciones,no: huían.

En un país donde el 85% pertenece a la tribu hutu, el 15% a la tutsi y el 1% a la twa, el apoyo masivo a un partido radical que apenas un año antes había exterminado a miles de tutsi revela que el concepto de elecciones democráticas es, cuanto menos, cuestionable.

Gobierno de Grégoire Kayibanda

El primer presidente ruandés, G. Kayibanda, estableció una sólida política internacional que favorecía las relaciones económicas con multitud de Estados a los que ofrecía la imagen de una nación estable. Sin embargo, en materia de política interna, el gobierno de Kayibanda se caracterizó por la corrupción y el apoyo público al enfrentamiento contra los tutsi.

En 1963 se produjo una invasión de exiliados tutsi desde Uganda que desembocó en la matanza de 30.000 tutsi como represalia por parte de las Fuerzas Armadas Ruandesas. La situación en Ruanda se radicalizó y una segunda oleada de refugiados huyó ante el temor de nuevos ataques. Los refugiados tutsi no fueron bien recibidos por el presidente ugandés M. Obote, de origen hutu. Así, empezaron a organizarse en la frontera para preparar la caída del presidente en favor de su opositor Y. Museveni, más próximo a la causa tutsi. El futuro presidente ugandés tuvo, en efecto, un papel fundamental en el posterior desarrollo de los acontecimientos, ya que colaboró con los refugiados ruandeses en la creación del FPR, financiando y armando a este nuevo brazo revolucionario  que consiguió formarse bajo su protección.

Formación e ideología del FPR

Los exiliados tutsis establecidos en Uganda a finales de la década de los 50’ y principios de los 60’, comienzan a organizarse en lo que se conocería más tarde como Frente Patriótico Ruandés (FPR). Apoyados por la armada ugandesa y financiados por el gobierno de Museveni, el FPR se concibió desde el primer momento como un instrumento militar destinado a permitir la vuelta de los refugiados a Ruanda y establecer un poder compartido. Nunca tuvo la intención de ocupar el país sin aliados, y procuró llegar a acuerdos con miembros de la oposición hutu para formar un gobierno que no tomara como base fundamental la diferencia entre tribus.

Cuando se hizo con el poder en julio de 1994, el FPR formó un gobierno presidido por el ex-militante hutu Pasteur Bizimungu, cuya primera medida fue la abolición de los antiguos documentos de identidad que especificaban el origen étnico de cada invididuo.

Inicio de la Guerra civil

Concretamente el 2 de octubre de 1990 se produce el primer intento de ocupación desde Uganda por parte de los refugiados tutsi. Según la versión oficial, las tropas del Frente Patriótico Ruandés ocupan Kigali tres días más tarde, abriendo fuego contra las Fuerzas Armadas Ruandesas y provocando el estallido de una guerra civil que duraría hasta el comienzo del genocidio de los tutsi en abril de 1994, casi tres años después. Esta versión es aceptada por la mayoría de expertos e historiadores. Sin embargo, el periodista francés Patrick de Saint Exupéry, célebre reportero de guerra e investigador conocido por su amplia experiencia sobre Ruanda, defiende otra más arriesgada sobre el inicio de la guerra. Estas, a diferencia de las versiones obvias y fáciles, suelen ser complejas, artificiosas y difíciles de identificar. Pero una vez señaladas, remiendan los cabos sueltos e impulsan la investigación hacia el fondo de la verdad.

Basándose en entrevistas realizadas a soldados franceses que se encontraban en Ruanda cuando ocurrieron los hechos y en el Informe de la Comisión de Información Parlamentaria llevada a cabo en Francia en el año 1998, Patrick de Saint Exupéry describe el siguiente desarrollo de los acontecimientos [2].

El 2 de octubre de 1990, el hijo del presidente francés Jean-Christophe Mitérrand, promete al presidente ruandés Juvénal Habyarimana enviarle varios soldados que le ayuden a frenar el avance del FPR. Dos días más tarde, el 4 de octubre a las 15:00h, el general Guignon (Jefe de Operaciones del Estado Mayor del Ejército francés) realizaba una llamada a la embajada de Kigali para confirmarle el envío de dos compañías del 2ème Régime Etranger des Parachutistes (comandos especiales de las Fuerzas Armadas Francesas que participaron en el conflicto de Indochina y el de Argelia)  para proteger la ciudad. La embajada protesta: ellos no han solicitado refuerzos. No los necesitan, los “rebeldes” aún están lejos. Apenas dos horas más tarde, la Adjunta del Embajador de Estados Unidos en Kigali irrumpe en la embajada francesa. Presa del pánico, advierte “Esta noche, los rebeldes atacarán Kigali”. En la embajada francesa la incredulidad es total, pero la diplomática americana insiste: “No entiendo! Yo he sido alertada. París también”. París estaba entonces al corriente, pero no creyó necesario informar a su embajada en Kigali. Directamente envió refuerzos. Estos, llegaron esa misma noche para enfrentarse a los “rebeldes”. Error de timing, pues nadie había atacado todavía.

Uno de los testigos que declaró durante la Comisión de Información, describió así la llegada de efectivos franceses: “Yo estaba en el aeropuerto de Kigali. Era increíble. Primero, un auténtico aterrizaje de asalto nocturno. A continuación, los tipos, en equipamiento de combate, desembarcaron de los aviones como si fuesen a la guerra. A pesar de que ningún tiro había sido disparado”. Horas más tarde, millones de fogonazos iluminarían la capital. Las autoridades ruandesas afirmaron rápidamente que los “rebeldes” habían tomado Kigali. Esto sirvió para justificar una respuesta de igual envergadura, desencadenando una guerra civil que enfrentaría a ambas facciones hasta abril de 1994. Sin embargo, el FPR jamás llegó a entrar en Kigali. Uno de los responsables militares franceses declaró en su testimonio ante la Comisión de Información que la historia era “Ridícula. Eran nuestros colegas de las fuerzas armadas ruandesas quienes disparaban. Las autoridades les habían intoxicado. La ocupación de Kigali por los rebeldes no fue más que una manipulación.”

Una vez que la manipulación ha sido desvelada, surgen multitud de dudas sobre la responsabilidad de Francia en el inicio de la guerra, pero no es el objetivo de este artículo despejarlas. Simplemente, poner de manifiesto el verdadero desarrollo de los acontecimientos para que sean estos quienes denuncien las distintas tergiversaciones que se han llevado a cabo sobre los objetivos del FPR y sus acciones antes de tomar el poder en 1994.

Hasta entonces, se desarrolló en Ruanda un cruento enfrentamiento bélico entre las Fuerzas Armadas Ruandesas -brazo armado del gobierno formado en su mayoría por Hutus- y el Frente Patriótico Ruandés -cuerpo armado en el luchaban los tutsi- que duraría cuatro largos años. Sólo el atentado que acabó con la vida del presidente ruandés, Juvénal Habyarimana, el 6 de abril de 1994, consiguió poner fin al conflicto bélico nacional. Desgraciadamente, este punto de inflexión en la historia del país, no dió paso a un periodo de calma en el que una paz estable y duradera pudiera consolidarse, sino a una terrible pesadilla de la que todavía ningún ruandés, tutsi o hutu, haya podido recuperarse hasta el momento. Un atroz genocidio que duró tres meses y acabó con casi un millón de muertos y más de cuatro millones de refugiados.

Notas al pie

[1] Mwami: rey. Desde el siglo XV, en Ruanda existía un sistema feudal que centralizaba el poder en un monarca autoritario -mwami- y una pequeña corte procedente de la nobleza.

[2] Patrick Saint-Exupery: Complices de l’Inavouable. La France au Rwanda. París, Les arènes, 2004, pp. 266-272.

Ruanda: la historia que sí se explica..

Mujer ruandesa. Imagen: CIAT

Ruanda: la historia que no se explica”. Así se titula el artículo escrito por Pau Lanao y Carme Vinyoles, que sintetiza de manera clara y contundente el informe incluído en el acto de procesamiento del juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu. Este se encarga actualmente de juzgar a 40 cargos de la actual administración ruandesa por “delitos contra la humanidad y genocidio”.

Del resumen realizado por los periodistas españoles se desprende una osadía poco común en los medios de hoy en día. Sus líneas no dudan en poner todas las cartas sobre la mesa y denunciar los crímenes de un gobierno que viene atentando contra los Derechos Humanos de una parte de su población desde hace más de 10 años. Gracias.

Me une a ellos la profunda convicción de que la revancha no debería figurar en ningún plan electoral. El empeño del gobierno ruandés en restituir la dignidad a las víctimas del genocidio tutsi y ajusticiar a cada uno de los que participaron en él, sólo está sirviendo para que supuren las heridas. Unas llagas que probablemente nunca terminen de calmarse, aunque rebosen las cárceles de Kigali.

Con el mismo coraje, los responsables de dos fundaciones españolas, Joan Cassoliva (l’Olivar) y Joan Carrero (Inshuti), presentaron el año pasado una querella en la Audiencia Nacional para denunciar los crímenes del actual gobierno ruandés. Uno de ellos, Carrero, ha sido candidato en varias ocasiones al Premio Nobel de la Paz; aunque después de la entrega del mismo al presidente estadounidense Barack Obama su valor quizás se haya transformado..parece que ahora no hay defender la paz por encima de cualquier lucha sino luchar militarmente por ella. Pero eso es otro tema.

Lo esencial: que los crímenes revanchistas sean denunciados ante la Justicia, tal y como hicieron Casoliva y Carrero al presentar la querella ante la Audiencia Nacional. Ahora bien, cuando se trata un tema tan delicado como el genocidio de los tutsis en Ruanda, hay que tener especial cuidado en la manera de presentar los hechos. Es decir, las 800.000 personas masacradas y los millones de refugiados con los que se saldó el conflicto deberían estar bien presentes en nuestras palabras. Por dignidad. Por compasión. Por respeto.

Ante una de las mayores crisis en la zona de los Grandes Lagos, no podemos convertirnos en juez y parte. No podemos descubrir sólo algunos sucesos para que ayuden a defender nuestra causa, aunque ésta sea loable.No he tenido la oportunidad de leer el informe original, así que no sé si es el resultado del resumen. En cualquier caso, la simplificación de hechos pasados como ejemplos de la política del gobierno ruandés actual, los aleja de su contexto histórico y dificultan su comprensión, crucial en una tragedia de tal magnitud. Sólo la evaluación global del caso permitiría comulgar con la Justicia que el propio artículo reivindica. La Historia debería ser el único rasero..

Con ese humilde ánimo, me permito ampliar los pasajes históricos que se mencionan en dicho artículo, para facilitar la asimilación de los mismos y la posibilidad de emitir un juicio crítico más honesto sobre ellos.

Antecedentes del genocidio de 1994: la Toussaint Rwandaise

En 1959, en Ruanda y tras protagonizar un golpe de Estado, los tutsis alcanzan el poder. El principal partido del movimiento radical hutu, el MDR Parmehutu, lidera una rebelión contra las autoridades. Conocida como la “Toussaint Rwandaise”, dió lugar al inicio de una matanza sistemática de tutsis que terminó con 100.000 muertos y 150.000 refugiados en los países vecinos. Esta primera ola migratoria hacia Uganda, Congo y Burundi continuaría durante los años siguientes, dando lugar a numerosos campos de refugiados, en los que después se crearía el Frente Patriótico Ruandés (que explicaremos más adelante).

Dos años más tarde, se celebran en Ruanda las primeras elecciones legislativas supervisadas por las Naciones Unidas. El partido MDR Parmehutu, dirigido por Grégoire Kayibanda, obtiene una victoria aplastante con el 77% de los votos a su favor. Tras la celebración de un referéndum, se proclama la independencia del país. Ruanda se convierte el 1 de julio de 1962 en una república democrática, social y soberana.

Sin embargo, consecuencia del resultado, otros miles de ruandeses tomaron de nuevo la ruta del exilio, provocando una segunda ola migratoria en los países de alderedor. No era un símbolo de protesta porque dudasen de la legitimidad democrática de las elecciones,no. Huían.

En un país donde el 85% pertenece a la tribu hutu, el 15% a la tutsi y el 1% a la twa, el apoyo masivo a un partido radical que apenas un año antes había exterminado a miles de tutsis revela que el concepto de elecciones democráticas es más que cuestionable.

Formación e ideología del FPR

Los exiliados tutsis establecidos en Uganda a finales de la década de los 50’ y principios de los 60’, comienzan a organizarse en lo que se conocería más tarde como Frente Patriótico Ruandés (FPR). Apoyados por la armada ugandesa y financiados por el gobierno de Museveni, el FPR se concibió desde el primer momento como un instrumento militar destinado a permitir la vuelta de los refugiados a Ruanda y establecer un poder compartido. El FPR nunca tuvo la intención de ocupar el país sin aliados, y procuró llegar a acuerdos con miembros de la oposición hutu para formar un gobierno que no tomara como base fundamental la diferencia entre tribus.

Cuando se hizo con el poder en julio de 1994, el FPR formó un gobierno presidido por el ex-militante hutu Pasteur Bizimungu, cuya primera medida fue la abolición de los antiguos documentos de identidad que especificaban el origen étnico de cada invididuo.

Mapa de Ruanda

Guerra civil (1990 – 1994)

Concretamente el 2 de octubre de 1990, se produce el primer intento de ocupación desde Uganda por parte del FPR. Según la versión oficial, ocupan Kigali (la capital) tres días más tarde, abriendo fuego contra la armada ruandesa y provocando el estallido de una guerra civil que durará hasta el comienzo del genocidio en abril de 1994.

Esta teoría es aceptada por la mayoría de expertos e historiadores. Sin embargo, el periodista francés Patrick de Saint Exupéry, célebre reportero de guerra e investigador, conocido por su amplia experiencia sobre Ruanda, defiende una versión más arriesgada sobre el inicio de esta guerra. Las teorías arriesgadas, a diferencia de las fáciles, suelen ser complejas, artificiosas y difíciles de identificar. Pero una vez señaladas, remiendan los cabos sueltos y empujan la investigación hacia el fondo de la verdad.

Basándose en entrevistas realizadas a soldados franceses que se encontraban en Ruanda cuando ocurrieron los hechos, y en el Informe de la Comisión de Información Parlamentaria llevada a cabo en Francia, Patrick de Saint Exupéry describe la siguiente narración de los hechos.

El 2 de octubre de 1990, el hijo del presidente francés Jean-Christophe Mitérrand, promete al presidente ruandés Juvénal Habyarimana enviarle unos cuantos soldados que le ayuden a frenar el avance del FPR. Dos días más tarde, el 4 de octubre a las 15:00h, el general Guignon (Jefe de Operaciones del Estado Mayor del Ejército francés) realizaba una llamada a la embajada de Kigali para confirmarle el envío de dos compañías del 2ème Régime Etranger des Parachutistes (comandos especiales de las Fuerzas Armadas Francesas que participaron en el conflicto de Indochina y el de Argelia)  para proteger la ciudad. La embajada protesta: ellos no han solicitado refuerzos. No los necesitan, los “rebeldes” aún están lejos.

Apenas dos horas más tarde, la Adjunta del Embajador de Estados Unidos en Kigali irrumpe en la embajada francesa. Presa del pánico, advierte “Esta noche, los rebeldes atacarán Kigali”. En la embajada francesa la incredulidad es total, pero la diplomática americana insiste: “No entiendo! Yo he sido alertada. París también”.

París estaba entonces al corriente, pero no creyó necesario informar a su embajada en Kigali. Directamente, envió refuerzos. Estos, llegaron esa misma noche para enfrentarse a los “rebeldes”. Error de timing, pues nadie había atacado todavía.

Uno de los testigos que declaró durante la Comisión de Información, describió así la llegada de efectivos franceses: “Yo estaba en el aeropuerto de Kigali. Era increíble. Primero, un auténtico aterrizaje de asalto nocturno. A continuación, los tipos, en equipamiento de combate, desembarcaron de los aviones como si fuesen a la guerra. A pesar de que ningún tiro había sido disparado.

Horas más tarde, millones de fogonazos iluminarían la capital. Las autoridades ruandesas afirmaron rápidamente que los “rebeldes” habían tomado Kigali. Esto sirvió para justificar una respuesta de igual envergadura, desencadenando una guerra civil que enfrentaría a ambas facciones hasta abril de 1994.

Sin embargo, el FPR jamás llegó a entrar en Kigali. Uno de los responsables militares franceses declaró en su testimonio ante la Comisión de Información que la historia era “Ridícula. Eran nuestros colegas de las fuerzas armadas ruandesas quienes disparaban. Las autoridades les habían intoxicado. La ocupación de Kigali por los rebeldes no fue más que una manipulación.”

Una vez que la manipulación ha sido desvelada, surgen multitud de dudas sobre la responsabilidad de Francia en el inicio de la guerra, pero no es el objetivo de este artículo despejarlas. Simplemente, poner de manifiesto el verdadero desarrollo de los hechos para que sean estos quienes denuncien las distintas tergiversaciones que se han llevado a cabo sobre los objetivos del FPR y sus acciones antes de tomar el poder en 1994.

Otra distorsión del conflicto que enfrentó a ambos bandos hasta 1994 es la capacidad de sus respectivos ejércitos. Aunque se conoce que el armamento del que disponía el FPR era menos y de peor calidad que del que disponían las Fuerzas Armadas ruandesas, algunos investigadores defienden que el embargo de la ONU impuesto a estas últimas habría sido clave en el desarrollo de los acontecimientos, facilitando la victoria del FPR en julio de 1994. De nuevo las apariencias engañan. Veamos.

Pactos de Arusha

Después de 3 años de intensa guerra civil, las presiones internacionales obligan al gobierno ruandés Juvénal Habyarimana a llegar a un acuerdo con el FPR. Los Pactos de Arusha, firmados el 4 de agosto de 1993, establecen la creación de un gobierno de transición formado por 22 de ministros (5 de los cuales debían pertenecer al FPR), la constitución de una comisión para supervisar el regreso de los refugiados y su protección y el establecimiento de unas nuevas Fuerzas Armadas que tuviesen un porcentaje equilibrado de hutus y tutsis.

Con la intención de supervisar la paz y hacer cumplir los Pactos de Arusha, la ONU estableció la MINUAR (Misión de las Naciones Unidas para Ruanda), tercera misión de paz más importante en África detrás de la de Somalia y Mozambique. La MINUAR tenía como principal objetivo el restablecimiento del orden y la suspensión del tráfico de armas, lo que argumentan aquellos que estiman que el FPR tenía ventaja sobre las Fuerzas Armadas ruandesas.

La realidad es algo distinta, pues los cascos azules de la ONU se encontraban bajo la resolución 872, que limitaba sus acciones efectivas y obligaba a someterse a las autoridades locales de Juvénal Habyarimana. Cada vez que requisaban un cargamento de armas, se veían obligados a devolverlo días después a la armada ruandesa.

De hecho, Ruanda no paró de aumentar su inversión en armamento desde el comienzo de los primeros conflictos.  En octubre de 1990, la importación de armamento por parte del gobierno ruandés creció de manera vertiginosa: Francia suministró aviones militares por valor de 10 millones de dólares (pagados por el Ministerio de Cooperación), el banco francés Crédit Lyonnais concedió un crédito al gobierno ruandés que permitió la compra de armamento egipcio por valor de 6 millones de dólares, la sociedad DYL-Invest firmó un contrato de envío de armas por valor de 12 millones de dólares, y un largo y triste etcétera que demuestra efectivamente, que el gobierno ruandés tenía bien equipado a su ejército.

Además del supuesto ataque a Kigali que provocó el inicio de los enfrentamientos, otra de las acusaciones que generalmente se le imputan es la de atentar contra la vida del presidente ruandés Juvénal Habyarimana, que explicaremos a continuación.

Atentado del presidente Juvénal Habyarimana

A pesar de sus buenas intenciones, los Pactos de Arusha fracasaron a nivel práctico, ya que el conflicto se endurecía y el proceso de paz se retrasaba constantemente. Así, en el mes de abril de 1994, se convocó en Dar es Salaam (Tanzania) una conferencia de países africanos para la resolución de los conflictos en Burundi y Ruanda y la elaboración de un nuevo gobierno de transición en ambos países. El presidente ruandés Juvénal Habyarimana aceptó la lista de un gobierno de transición para sustituirle, que incluiría a cargos del FPR. Esto provocó reacciones violentas entre los hutus más radicales de su partido, que le acusaban de traición y confraternización con el enemigo.

Habyarimana conocía la magnitud de su decisión y, ante el temor de reacciones violentas, modificó su plan de viaje. A última hora y sin advertir a nadie, cambió su fecha de vuelta para intentar proteger su vida. Dos días antes de lo previsto, regresaba Ruanda en plena noche, acompañado de su amigo el presidente de Burundi Cyprien Ntayiramira.

Cuando el avión sobrevolaba la pista de aterrizaje de Kigali a 600 metros de altura, un disparo alcanzó el aparato. Poco después un segundo tiro lo envolvió en llamas. No hubo supervivientes.

Esa misma noche comenzó a escribirse en Ruanda la historia de un genocidio que se saldó 3 meses más tarde con casi un millón de muertos y más de cuatro millones de refugiados.

Actualmente se desconoce la autoría del atentado, aunque han surgido multitud de hipótesis alrededor de la misma. Una de ellas, defiende que la orden  habría partido de Paul Kagame, exmilitante del FPR y actual presidente de Ruanda. Esta teoría, desprovista de detalles, podría encajar en la versión de aquellos que estudian los resúmenes de historias escritos por otros. Sin embargo, conociendo los antecedentes que hemos explicado, la idea pierde fuerza.

Habyarimana acababa de comprometerse a cumplir los Pactos de Arusha, firmando la lista de un gobierno de transición que incluía a autoridades del FPR. Tras esta decisión, los líderes del FPR más bien tenían interés en que el presidente Habyarimana conservara su vida, para que las medidas fuesen llevadas a cabo. En este sentido, tendrían más coherencia las hipótesis que sugieren que los culpables pertenecerían al mismo bando que el presidente. Aquellos que le acusaron en primer lugar por haber traicionado la integridad del país.

Aquellos que, el 9 de abril de 1994, cuatro días después del atentado, formaron un gobierno interino presidido por T. Sindikubwabo, antiguo portavoz del Parlamento. Pese a sus ambiciones, nunca llegaron a gobernar ya que ningún país excepto Francia reconoció su legitimidad.

De todas formas, la ausencia de una investigación oficial internacional impide que hasta el momento se pueda afirmar ni excluir ninguna teoría con absoluta rotundidad.

Estos fueron a grandes rasgos los principales acontecimientos cuya distorsión ha marcado la historia que difundieron los medios sobre Ruanda antes del genocidio de los tutsis. A partir de entonces, las cosas se complican.

Entre los meses de abril y julio de 1994, el 85% de la población hostigó, torturó y aniquiló sistemáticamente al 15% restante con el fin de exterminarla a causa de una diferencia étnica en realidad inexistente.

El 4 de julio el FPR consigue hacerse con el control de la capital Kigali y el día 14 formaron un gobierno presidido por el hutu Pasteur Bizimungu. A pesar de que la guerra daba sus últimos coletazos, la comunidad internacional suspira aliviada ante la victoria de las víctimas.

El gobierno de Pasteur Bizimungu y Paul Kagame

A pesar de su idílica apariencia, este gobierno mantuvo un estricto control sobre el país, en el que se no toleraba la oposición política y en el que seguían vigentes las hostilidades entre ambas tribus.

En 1995, una armada de hutus procedentes de la frontera con Zaire, realizó incursiones armadas contestadas por las fuerzas del gobierno ruandés con el asesinato de hasta 4000 hutus. Además, las autoridades locales pusieron en marcha acciones de desestabilización en los campos de refugiados hutus, provocando 200.000 muertos y nuevos desplazamientos.

Protesta contra Kagame. Imagen: Richard Winchell

Tras la dimisión forzada de Pasteur Bizimungu, su vicepresidente Paul Kagame se convierte en 2003 en el primer presidente elegido democráticamente desde que Ruanda consiguiese su independencia.

Hoy, quince años después, cuando todavía escuecen las heridas, la situación del país de las mil colinas no ha cambiado demasiado. El gobierno tutsi de Kagame sigue en el poder, y aunque reina en el interior del país una aparente calma, varias organizaciones internacionales han denunciado persecuciones, desapariciones forzadas y una larga lista de atentados contra los Derechos Humanos.

Volviendo al tema que justifica este artículo, los responsables de dos fundaciones españolas, Inshuti y l’Olivar, presentaron el año pasado una querella en la Audiencia Nacional para denunciar los crímenes del actual gobierno ruandés contra los Derechos Humanos. Entre los identificados se encuentra el presidente ruandés Paul Kagame, quien no puede ser procesado porque como jefe de Estado, posee inmunidad.

Esta se extiende a todo su gobierno, ya que como víctimas del conflicto ruandés, parecen gozar de total impunidad ante la comunidad internacional. Como si el sufrimiento les hubiera sanctificado de por vida..y les consintiese los atentando que vienen cometiendo contra los Derechos Humanos desde hace más de 10 años, cegados por el revanchismo.

La política del “ojo por ojo, diente por diente” no puede tener cabida en una sociedad democrática. No tiene sentido vengar una muerte con otra.

Aun así, después de cargar con el peso de 800.000 muertos y millones de refugiados, no sería realista hablar de profunda reconciliación. Los sentimentalismos están de más:

la coexistencia pacífica es lo máximo a lo que podemos aspirar.

Sin embargo, utópica o no, la reconciliación debería ser el mayor anhelo del gobierno ruandés, su única guía, su única opción..la balanza en la que pesar cada una de sus decisiones. Por dignidad. Por respeto. Por compasión.

Ruanda: Francia anuncia el nombramiento de un nuevo embajador en Kigali

El actual presidente ruandés Paul Kagame. Imagen: Wikipedia

El Consejo de Ministros francés acaba de nombrar un nuevo embajador de Francia en Ruanda. Kigali tendrá todavía que dar luz verde a la propuesta francesa, que supondría el comienzo de una nueva etapa política entre ambos países.

El pasado 29 de noviembre, Francia y Ruanda anunciaban el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas. Tres años después de que Kigali rompiese sus vínculos con el país galo como respuesta ante las diez órdenes de busca y captura contra el actual presidente ruandés Paul Kagame y otros nueve colaboradores emitidas por el juez antiterrorista francés Jean-Louis Brugière, todo vuelve a la normalidad. O eso parece.

Algunos opinarán que esta reconciliación es una gran noticia. Efectivamente, lo es. Cualquier acuerdo que signifique un avance en la búsqueda de resolución pacífica constituye en este sentido una victoria. Sin embargo, la ingenuidad no debe traicionarnos. Conociendo los antecedentes históricos, deberíamos moderar nuestro entusiasmo y esperar a que sea el tiempo quien nos desvele el misterio.

Mientras, podemos tratar de averiguar cuáles son los verdaderos intereses que se esconden tras este acercamiento. Resulta evidente que ambos países confían en el éxito del mismo tanto como para olvidar tres años de enfrentamientos, acusaciones y silencios cruzados. Qué es lo que tienen en juego¿?

Por una parte, Ruanda comenzaba a dar la espalda a la familia francófona de la que forma parte desde hace años como miembro de la Organización Internacional de la Francofonía (OIF). Parecía que las relaciones entre ambos iban a sentenciarse definitivamente la semana pasada, cuando fue admitida oficialmente en la Commonwealth. Esta adhesión, solicitada por Kigali en 2006, forma parte de un proceso global que está transformando el país africano, cuyas relaciones con el mundo anglosajón se consolidan día a día. Estos últimos apoyan firmemente el gobierno de Paul Kagame y apuestan por invertir en Ruanda enormes sumas de dinero destinadas a financiar proyectos de desarrollo. Asimismo, el inglés ha pasado a ser la lengua extranjera enseñada en los centros educativos, en detrimento del francés.

Ante la inminente ruptura definitiva, Francia se ha visto obligada a recapacitar sobre su postura frente al gobierno actual de Ruanda. Ha decidido olvidar el lamentable capítulo de  las acusaciones que vertió una comisión ruandesa de investigación en 2008 contra treinta antiguos dirigentes políticos y responsables militares (entre ellos el propio presidente francés François Mittérrand) por participación activa en el genocidio de los tutsis en 1994; y apostar por una nueva alianza.

El ministro de Asuntos Exteriores Bernard Kouchner, ha declarado recientemente que ambos sucesos son completamente casuales. Sin embargo, el súbito interés de Francia por normalizar las relaciones con el gobierno de Kagame aparece como solución satisfactoria a la creciente expansión “extranjera” de la cultura anglosajona en el país africano.

Desde otro punto de vista, el actual gobierno ruandés podría beneficiarse de este apoyo para mantenerse en el poder. En agosto de 2010 tendrá lugar la celebración de las próximas elecciones presidenciales, lo que podría significar el relevo definitivo de Paul Kagame. Conociendo las buenas relaciones existentes entre los radicales hutus y Francia, pudiera ser que el presidente ruandés, previendo los resultados de las elecciones, aceptase el acercamiento con el fin de asegurarse el apoyo de esta parte de la población. De ser cierto, Kagame estaría anteponiendo sus ambiciones políticas a las necesidades reales de Ruanda.

Personalmente, creo que es lo único que explicaría esta paradójica situación. Qué podría motivar sino a Paul Kagame a olvidar que Francia le acusó de asesinato hace tres años, emitiendo contra él una orden de busca y captura¿?

Francia y Ruanda se (re)concilian¿? De como las cosas siguen sin ser lo que parecen..

El presidente ruandés Paul Kagame visto por Kerry Waghorn

Francia y Ruanda anuncian el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas. Tras varios meses de negociación, el secretario general del Elíseo, Claude Guéant, viajó este domingo a Kigali para entrevistarse con el presidente ruandés Paul Kagame. Horas después, se confirmaba que las relaciones entre ambos países volverían a la normalidad.

Después  de tres años de enfrentamientos, acusaciones y silencios, ambos países han decidido retomar la vía diplomática. Bernard Kouchner, quien realizó varias visitas a Ruanda durante el año pasado, considera que sus esfuerzos han empezado a dar los primeros frutos. Así, el ministro francés de Asuntos Exteriores, ha expresado hoy su satisfacción en la prensa francesa, donde declaraba que era un excelente noticia.

¡Joder, hay que ver qué bien lo hacen los franceses ! Han conseguido hacer creer al resto del mundo que sus vinos son los más exquisitos, sus quesos los más sabrosos, sus croissanes los más dulces… y que son íntimos amiguitos de sus antiguas colonias.Efectivamente, lo que han ignorado los medios españoles porque parecía un detalle anecdótico, es en realidad la auténtica noticia.

La semana pasada, se anunciaba la posible integración de Ruanda en la Commonwealth. Esta adhesión, solicitada por Kigali, forma parte de un proceso global que está provocando varias transformaciones en el país africano: la segunda lengua oficial ha dejado de ser el francés para convertirse en el inglés y el gobierno ruandés mantiene excelentes relaciones con los países anglosajones, de los que recibe un apoyo importante.Los 53 estados miembros de la organización estaban dispuestos a estudiar el proyecto, cuya resolución final iba a tener lugar esta semana. La integración a Ruanda en una organización compuesta mayoritariamente por antiguas colonias británicas, hubiera supuesto sentenciar definitivamente las relaciones con Francia.

A pesar de que el ministro francés Bernard Kouchner ha negado que ambos sucesos estén relacionados, son por lo menos muy oportunos para el país galo. Nunca antes se había producido otro acercamiento desde la ruptura de las relaciones diplomáticas en 2006. Entonces, el juez antiterrorista francés Jean-Louis Brugière, emitió diez órdenes de busca y captura contra el actual presidente de Ruanda Paul Kagame, y otros nueve colaboradores. La fiscalía parisina les acusaba por su supuesta implicación en el atentado de 1994, que acabó con la vida del presidente ruandés Juvénal Habyarimana y marcó el inicio del genocidio de los tutsis. La respuesta ruandesa fue inmediata: rompieron relaciones diplomáticas con el país galo, dieron 72 horas a los diplomáticos franceses para abandonar el país y decretaron el cierre del Centro Cultural francés en Kigali, la capital.

Asimismo, se puso en marcha una investigación sobre el papel del gobierno francés en el genocidio de 1994. En 2008, tras dos años de investigación, una comisión ruandesa acusó oficialmente a Francia de haber participado activamente en el genocidio de los tutsis. Por primera vez, se consideró la posibilidad de perseguir judicialmente a los treinta acusados: antiguos dirigentes políticos y responsables militares franceses entre los que destacan François Mittérand, entonces presidente de Francia, Dominique de Villepin, jefe de gabinete presidencial y Alain Juppé, ministro de Exteriores.

El Ministerio de Defensa francés emitió un comunicado negando la “imparcialidad” y “legalidad” de la investigación ruandesa, y tachando de inaceptables sus acusaciones. Desde entonces, las relaciones entre ambos países eran muy tensas, por lo que Ruanda había iniciado un acercamiento a ciertos países anglosajones.

Así, aunque Kouchner se haya precipitado en declarar que ambos acontecimientos son completamente casuales, no deja de resultar tremendamente oportun(ist)o. El súbito interés de Francia por normalizar la situación con el gobierno ruandés, tendría como verdadero objetivo frenar el acercamiento de Ruanda hacia posiciones más liberales. No podían permitir la expansión “extranjera” de la cultura inglesa en el país africano, que hasta el momento siempre había estado íntimamente ligada al mundo francófono.

[Este artículo ha sido publicado en 180Latitudes y en Rebelión.org..]

Ruanda, Congo, ONU y Revanchismo. De como las cosas nunca son lo que parecen..

La ONU acusa a dos ONG españolas de financiar la guerra del Congo.


Según un informe realizado por encargo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la fundación mallorquina L’Olivar y la catalana Inshuti, habrían desviado dinero procedente de subvenciones públicas para financiar una de las milicias que lucha desde hace años en la frontera entre el Congo y Ruanda. El comité de investigación de la ONU basa sus acusaciones en llamadas telefónicas, e-mails y diversas transferencias realizadas por parte de las ONG a las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR).

Los responsables de ambas fundaciones niegan los cargos, estiman que las pruebas aportadas son “ridículas” e insuficientes y acusan a la ONU de tomar represalias contra ellos por haber interpuesto una querella en la Audiencia Nacional contra cuarenta cargos políticos ruandeses.

El contexto juega un papel fundamental en esta noticia. Los hechos exigen echar la vista atrás y estudiar los antecedentes de la guerra que, desde hace tiempo, azota la frontera entre ambos países africanos. Incluso un poco más atrás.

Once años después del genocidio de los tutsis ruandeses, en 2003, Paul Kagame se convierte en el primer presidente elegido democráticamente de Ruanda. Hoy, quince años después, cuando todavía escuecen las heridas, la situación del país de las mil colinas no ha cambiado demasiado.

El gobierno tutsi de Kagame sigue en el poder, y aunque reina en el interior del país una aparente calma, varias organizaciones internacionales han denunciado persecuciones, desapariciones forzadas y una larga lista de otros atentados contra los Derechos Humanos. El revanchismo es actualmente una realidad enmascarada.

Las Fuerzas de Defensa Ruandesas (FDR) luchan en la frontera con el Congo, donde junto con las fuerzas del actual presidente congoleño Kabila, se enfrentan a los insurgentes de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda, principal grupo rebelde ruandés hutu. Las FDLR están compuestas por 6.500 efectivos: antiguos miembros del ejército ruandés y de la milicia Interhamwe -guerrilla radical hutu-, responsables del genocidio de los tutsis ruandeses en 1994. Estas son acusadas por las autoridades por als autoridades congoleñas de saquear los recursos de la República Democrática del Congo y de masacrar a las poblaciones tutsis del área; y por las autoridades ruandesas de cruzar la frontera y fomentar actos de desestabilización en su territorio, donde se encuentran al menos 200.000 refugiados.

La fundación catalana Inshuti y la mallorquina l’Olivar viene denunciando desde hace años (tantos como cuenta el gobierno de Kagame) diversas irregularidades que dificultan una profunda reconciliación entre ambas tribus: el empeño por restituir la dignidad de las víctimas y ajusticiar a todos culpables sólo está sirviendo para hacer supurar las llagas. Quizás habría que asumir que eso sería del todo imposible; después de cargar con el peso de 800.000 muertos y millones de refugiados, la coexistencia pacífica es lo máximo a lo que podemos aspirar. Sin embargo, utópica o no, la reconciliación debería ser el mayor anhelo del gobierno ruandés, su única guía. Y no la política del “ojo por ojo, diente por diente”.

Eso precisamente es lo que denuncian las ONG españolas, que ven cómo el gobierno ruandés atenta impunemente contra los Derechos Humanos, amparándose en el derecho de “réplica”. Así, el año pasado, los responsables de ambas fundaciones, presentaron una querella en la Audiencia Nacional, que tramita el juez Fernando Andreu, contra 40 dirigentes de Ruanda. Entre ellos se encuentran el presidente ruandés Paul Kagame, quien no ha podido ser procesado porque como jefe de Estado, goza de inmunidad. Otros 5 acusados son militares que participan actualmente en misiones de la ONU, principalmente en Darfur.

Ésta sería la causa, según los acusados Joan Casòliva y Joan Carrero, de que la ONU intente, mediante pruebas “ridículas”, acusarles de apoyar a los rebeldes hutus, con el fin de desacreditar su discurso contra el gobierno de Ruanda. Así, niegan la supuesta financiación de la FDLR y argumentan que las ayudas obtenidas sólo han servido para financiar aquellos “cooperantes, proyectos y organizaciones que trabajan en la zona asistiendo a los necesitados”.

El informe será debatido el próximo miércoles 3 de diciembre por el Consejo de Seguridad de la ONU. Mientras esperamos, debemos tomar algo de distancia para reflexionar sobre un punto esencial que los medios están dejando de lado, la dura realidad de aquellos que sobrevivieron al genocidio de 1994. Las palabras de la periodista belga Colette Braeckman poco después de la masacre, cobran un nuevo sentido:

¿Cómo vivirán juntos, los que han sobrevidido y los que han consentido, los que quieren disculparse y los que no quieren escuchar, los refugiados de hoy y los de ayer. “

[Este artículo ha sido publicado en 180Latitudes y en Rebelión.org]

Ruanda 1994: un conflicto ¿étnico?

Entre el 6 de abril y el 4 de julio de 1994, se desató en Ruanda una ola de violencia genocida que terminó con 800.000 víctimas mortales y más de dos millones de refugiados, en su mayoría tutsi y hutu moderados. Durante 3 meses, el 85% de la población hostigó, torturó y aniquiló sistemáticamente al 15% restante con el fin de exterminarla a causa de una diferencia étnica en realidad inexistente.

Han pasando más de veinte años desde que se produjese el genocidio de Ruanda, y todavía los medios de comunicación no saben cómo referirse a el: conflicto étnico, diferencias tribales, genocidio, guerra civil, etc. Multitud de denominaciones que no se ajustan exactamente a la realidad ruandesa; demasiados titulares para una misma masacre.

Conviene prestarles especial atención, pues es a través del lenguaje que el ser humano configura su percepción del entorno. Por tanto, siempre que continúen existiendo confusiones de carácter nominal aparentemente irrelevantes, se estarán fortaleciendo otras más graves, las históricas.Así, mientras los profesionales de los medios de comunicación no lleguemos a un acuerdo universal sobre la determinación del genocidio ruandés, estaremos diluyendo sus auténticas causas y consecuencias.

El filósofo húngaro de origen judío Arthur Koestler, se atrevió a declarar en 1978 que las guerras no se luchaban por territorios, se luchaban por palabras. ¿Puede efectivamente una mera distinción nominal convertirse en real? Para comprobar cómo fue posible en el caso del genocidio ruandés, es necesario hacer un pequeño repaso de su evolución histórica, desde los asentamientos de los primeros pueblos en Ruanda hasta la colonización por parte de Bélgica en 1916.

Desde el siglo VI comenzaron a instalarse en las montañas boscosas de Ruanda los Twas, un pueblo de raza pigmeoide que actualmente constituye tan sólo el 1% de la población total ruandesa. Posteriormente llegaron los Bahutus o Hutus, de características similares, que ocuparon en pocos años gran parte del territorio ínterlacustre debido a su alta tasa de natalidad -constituyen actualmente el 85% de la población-. Ambos pueblos convivieron pacíficamente gracias a un modelo de subsistencia simple basado en la caza y la recolección de alimentos.

A lo largo del siglo XV, se instalaron en el territorio los Batutsi o Tutsi, procedentes de la actual Etiopía (1). Si bien sólo constituían el 15% de la población, su modelo de subsistencia basado en la ganadería se impuso al de las tribus existentes y les permitió implantar un sistema feudal que centralizaba el poder en un rey autoritario –Mwami– y una pequeña corte tutsi procedente de la nobleza, únicos conocedores del Ubwiru(2). Los tutsi pasan así a convertirse durante el siglo XVI en señores feudales y los hutu en sus siervos.Se abre entonces la primera fisura de la brecha que posteriormente separará a ambos pueblos. Una enemistad irreconciliable que tiene su origen en la envidia: de los agricultores hacia los pastores, de los pobres hacia los ricos, de los hutu hacia los tutsi.

Entre noviembre de 1884 y febrero de 1885 se celebra en Berlín(3) una conferencia que dará lugar al reparto colonial de África entre las principales potencias europeas. Así penetraron, a finales del siglo XIX, los primeros colonizadores europeos en territorio africano.En esta conferencia, Ruanda fue cedida a Alemania, cuyo objetivo real era hacerse con Ruanda para construir una vía férrea que llegase a Tanzania y así poder explotar los recursos naturales de este último. El proyecto quedó inconcluso a causa de su excesiva envergadura: los alemanes no querían derrochar su capital y finalmente optaron por no invertir demasiados fondos en el pequeño país africano. Así, cuando se instalaron en 1898, establecieron un acuerdo con el monarca ruandés según el cual se comprometían a protegerle y defender el territorio a cambio de que este se sometiese al Imperio Alemán.

Sin embargo, su sueño de colonialismo se desvaneció en 1914 tras la subida al poder de Musinga V. Los belgas, desde el Congo, iniciaron ese mismo año una guerra de ocupación que terminaría dos años después con la tutela de Ruanda por parte de Bélgica bajo la supervisión de la Sociedad de Naciones.El objetivo último de la expansión colonial de Bélgica era utilizar mano de obra ruandesa para explotar la riqueza minera de Zaire. Tras un pacto no oficial con el mwami Mutara III (que ellos mismos habían colocado en el poder), Bélgica implantó un sistema de administración indirecta, consiguiendo estratégicamente que los aspectos negativos más visibles de la colonización (impuestos, restricción de libertades, etc.) apuntasen directamente las autoridades locales y no a las europeas.

A partir de este momento comenzó en Ruanda la introducción de reformas administrativas y sociales destinadas a consolidar el poder de los tutsi, del que se aprovechaba el gobierno belga ya que este le permitía contar con total libertad de maniobra. Para ello desarrollaron una hipótesis que demostraba la superioridad genética de los tutsi. Basándose en falsas teorías antropológicas e inspirándose en el discurso y métodos “científicos” del francés Gobineau (4), en Ruanda se empezaron a medir cráneos y narices para probar que los tutsi eran genéticamente superiores a los hutu.Este proceso de diferenciación culminó en 1945 con la polémica creación de un documento de identidad que especifica el origen étnico de cada individuo: Twa, Hutu o Tutsi. Es entonces cuando las tribus ruandesas son denominadas como etnias y por tanto, configuradas como tal. La diferencia sustancial entre ambos términos es crucial para la comprensión del conflicto posterior. La Real Academia de la Lengua Española define el término etnia como aquél que designa a una “comunidad humana definida por afinidades raciales, lingüísticas y culturales”; mientras que tribu se refiere a un “grupo social primitivo de un mismo origen (real o supuesto) cuyos miembros suelen tener en común usos y costumbres.”

Según los datos aportados anteriormente, podemos afirmar que (independientemente de su origen) en Ruanda convivían 3 tribus: twa, hutu y tutsi. Al dividir a la población en etnias distintas, las autoridades belgas convirtieron en visibles, evidentes y palpables las diferencias entre ambos pueblos. Las convirtieron en reales. Es innegable que ya estaban latentes antes de la llegada de los Occidentales, pero nunca se hicieron tan notables como en los años de ocupación. A pesar de que existiesen desigualdades, estas eran de tipo social y moral. A partir de 1916, Bélgica las transformó en políticas y legales. Introdujo reformas administrativas y sociales destinadas a consolidar el poder de los tutsi primero y el de los hutus después. Fomentó el odio y rencor entre ambas tribus a través del sistema de administración indirecta que descargaba responsabilidades en las autoridades locales más visibles y lo más importante: dividió de manera oficial a la población ruandesa con la creación del documento de identidad que señalaba el origen étnico de cada individuo, convirtiendo a las tribus en etnias y legitimando y amparando las diferencias entre ambas.

Etnia. Una etiqueta por la que murieron más de 800.000 personas y por la Ruanda continúa agonizando. Un sustantivo que sigue distinguiendo a unos de otros, una dolorosa confusión que todavía escuece, un abismo que separa a un mismo pueblo.

Notas:

1) Existen diferentes teorías sobre el origen del pueblo Tutsi, pero ésta es la más fiable. La asimilación de la lengua de la región “kinyarwanda” en detrimento de la suya propia, “kijema”, es estudiada por los expertos como único ejemplo de cristalización nacional en el contexto primitivo africano.

2) El Ubwiru o Abiru es un código divino impuesto por la voluntad de Imana -Dios- cuyo contenido exacto sólo conocía la corte del rey y éste último. Fue utilizado por los monarcas tutsi hasta la proclamación de la república en 1962, como un conjunto de leyes que regían el ámbito público de la sociedad ruandesa.

3) Liderada por el Canciller alemán Otto Von Bismarck y con representantes de otros 14 países, la Conferencia de Berlín se celebró en 1884 con el fin de resolver la expansión colonial en el continente africano y organizar la repartición de sus territorios. Se proclamó entre otros el derecho a colonizar un territorio si se ocupaba la costa del mismo y se repartió el continente entre varias potencias: la costa mediterránea quedó en manos de Francia y Reino Unido, que junto con Bélgica ocupaban también la costa occidental, el sur de la costa oriental fue cedido a Alemania y el norte a Reino Unido; España consiguió el Sáhara Occidental, Italia se hizo con Somalia y Portugal con Angola, Mozambique, Cabo Verde, Guinea-Bissau y Santo Tomé. Tras la Conferencia, sólo dos países africanos conservaron su independencia: Etiopía y Liberia. Considerada por los historiadores como el inicio del imperialismo colonial, esta conferencia agravó los problemas que pretendía resolver, provocando tensiones territoriales, políticas y económicas.

4) En 1853, Joseph Arthur Gobineau publicó Essai sur l’inegalité des races humaines. Esta obra contenía apreciaciones acerca de la pureza y de cómo la pérdida de pureza racial por la mezcla de sangres incidía sobre la decadencia de los pueblos.

 

 

[Este artículo ha sido publicado en Rebelión]

Y el TPIR se retractó..

El Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) absuelve y libera a uno de los principales acusados del genocidio ruandés debido a la existencia de numerosos errores durante su procesamiento.

Según un comunicado difundido por el propio TPIR, la sala de apelaciones compuesta por 5 jueces, decidió hace unos días anular las penas de 20 y 15 años con las que cumplía Protais Zigiranyirazo y ordenó su liberación inmediata. El tribunal de la sala, declara que se han encontrado “errores graves de hecho y de derecho en las apreciaciones” de la sala que le acusó el año pasado. En diciembre de 2008, la Sala III del TPIR acusó a Sigiranyirazo de complicidad en una matanza y crímenes contra la humanidad y le impuso una condena de la que acaba de ser absuelto.

Protais Zigiranyirazo era cuñado del difunto presidente ruandés Juvenal Habyarimana, cuyo asesinato en abril de 1994 marcó el comienzo del genocidio tutsi, en el que se calcula que murieron más de un millón de personas[1].  Además, Protais constituye una figura clave del panorama político ruandés: fue diputado del Parlamento y prefecto de varias regiones. Durante la guerra civil que asoló al país entre 1990 y 1993 emigró a Canadá, pero volvió a instalarse en el territorio ruandés a principios de 1994.

Conocido como “Mister Z”, Zigiranyirazo era el líder de un particular clan denominado “Akazu”. Formado por la familia política del entonces presidente Habyarimana, se trataba de una auténtica mafia que dirigía el país. Sus miembros se enriquecían a través de la explotación de los recursos naturales del país, además de recurrir a otras fuentes de ingreso como las drogas, la prostitución, el tráfico de armas y de gorilas salvajes.

La investigadora belga Colette Braeckman incluía en 1994 dentro del clan “Akazu” a Jean-Pierre Habyarimana y Agathe Kangiza, hijo y esposa del presidente. Esta última, esposa del presidente, habría dictaminado soluciones radicales durante el genocidio, tales como torturar y matar. Irónicamente, fue la primera ruandesa en ser evacuada tras el inicio del genocidio ruandés. El gobierno francés la trasladó a París, donde recibió un apartamento y dinero para sus gastos.

Protais Sigiranyirazo (“Mister Z”), fue detenido en julio de 2001 y entregado al Tribunal Penal Internacional para Ruanda . Su juicio duró tres largos años (octubre de 2005 a mayo de 2008), pero finalmente fue condenado en diciembre de 2008.

EL TPIR, cuya sede se encuentra en Arusha, fue creado en 1995 con el fin de establecer un tribunal imparcial, justo y eficaz que contribuyese a detener la impunidad y restaurase el respeto a los Derechos Humanos. Sin embargo, desde su nacimiento no ha parado de recibir críticas, ya que sufre infinidad de carencias que dificultan el ejercicio de la justicia.

Hace unas semanas, la comunidad internacional se felicitaba por la detención de otro de los principales responsables de la masacre ruandesa. Idelphonse Nizeyimana, antiguo responsable de los servicios secretos durante el régimen de Habyarimana, era detenido en la frontera con Zaire. El secretario de la ONU Ban Ki-Moon declaró entonces que se trataba de “un paso importante en la lucha contra la impunidad”. Retomando sus palabras, la absolución de Protais Zigiranyizro supondría entonces un amargo retroceso en la lucha contra la injusticia.

Quizás es el momento de que la comunidad internacional reconozca que las acciones del TPIR sino, sino ineficaces, por lo menos insuficientes. Se revelan necesarias acciones de otra índole. Más concretas. Más reales. Como escribía el filósofo y economista austríaco F. Hayek, Ruanda no necesita grandiosos proyectos de organización en una escala colosal, sino una “oportunidad pacífica y libre para construir una vez más su propio mundo en torno.”


Un paso importante en la lucha contra la humanidad

TPIR

Ha sido detenido en Uganda Idelphonse Nizeyimana, uno de los principales acusados del genocidio ruandés de 1994. El que fuera responsable de los servicios secretos ruandeses durante el régimen de J. Habyarimana, fue detenido tras cruzar la frontera desde el Zaire con documentación falsa. Nizeyimana será trasladado a Arusha (Tanzania) en los próximos días, donde se dispone a ser juzgado por el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) por crímenes contra la humanidad. Se le acusa de organizar cientos de crímenes de miembros de la tribu tutsi y de ordenar el asesinato Rosalie Gichanda, antigua reina de Ruanda.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, ha declarado hoy que esta detención es «un paso importante en la lucha contra la impunidad«. El TPIR fue concebido por la ONU en 1995 tras el genocidio ruandés que acabó con la vida de casi un millón de víctimas y más de dos millones de refugiados. Se ideó como un órgano imparcial que contribuiría a la restauración de la paz, la justicia y el respeto de los derechos humanos en Ruanda. Sin embargo, más de veinte años después, cuando todavía escuecen las brutales matanzas de 1994, el TPIR no ha logrado instrumentalizar sus buenas intenciones. Mientras se enfrenta a multitud de obstáculos de tipo técnico, entre los que destacan la falta de base de proceso judicial, el aislamiento geográfico y la falta de interés de los medios internacionales, mantiene abiertas numerosas causas contra los supuestos responsables de encargar el genocidio. La detención de Nizeyimana pone de relieve el debate existente respecto a las limitaciones en el ejercicio de la justicia en casos de crímenes contra la humanidad.

Efectivamente, resulta obvia la necesidad de intervención judicial internacional para evitar que los crímenes se cometan con total impunidad dentro de un mismo territorio. Pero si esa intervención no es universal y cuenta con el apoyo suficiente, se convierte en un mero trámite diplomático.

Actualmente, no existe una Corte Penal Internacional en la que puedan presentarse querellas de este tipo. Cabe preguntarnos al respecto si la falta de unión internacional en favor de la justicia no supone la negación misma del propio principio. Porque si bien son necesarios, ¿son realmente eficaces estos procesos?

[Este artículo ha sido publicado en Diarioya]


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